Full text: Tomo primero (001)

476 LOS ANGELES DEL ARROYO 
—¿Y en las jornadas en que tengan que hablar dos 
personajes de esos al mismo tiempo? 
—Pues... esas jornadas... se suprimen—contestó Hum- 
berto. 
—Y resultará un «Don Alvaro» en biftec. 
—¡Cómo en biftec! 
—Con patatas, que no faltarán en escena. 
—¡Bah! El Hermano Melitón, o sea Ruperto, salvará 
ese pequeño defecto de los cortes con sus gracias. 
—O aumentará el pateo. Yo creo que los tomates se 
van a poner caros en Tarancón si te empeñas en dar 
el don Alvaro, porque no va a quedar ninguno en el 
mercado, 
En aquel momento entró en el cuarto de los esposos, 
Ruperto, llevando sus chirimbolos en la mano, a Marieta 
cogida del gabán y la cara acardenalada y hecha un jaspe. 
—Señor Humberto —dijo—, ya están los carteles, 
—¡Eal Pues no hay más que hablar; a repartir los pa- 
peles. Yo, don Alvaro y don Alfonso de Vargas, el Ciru- 
jano y el Cojo. Tú, Albiciades, don Carlos de Vargas, el 
Padre Guardián y el Marqués de Calatrava. Evaristo, el 
Capitán, Canónigo y el Estudiante. 
— «¡Et sic de carteris!» —exclamó Albiciades, riéndose. 
—Kuperto debe añadir a los carteles como nota: 
«Se suplica al respetable público que tire patatas 
cocídas y tomates maduros, para evitar chichones a la 
compañía.»
	        
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