Full text: Tomo primero (001)

486 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
Y salió del cuarto, y de allí a la calle con Marieta en 
brazos. 
Ruperto fuese a la posada, y dejó a Marieta en su 
cuarto. 
—Estate quietecita—la dijo—, que ahora vuelvo. 
Bajó a la cuadra, donde estaban los tres caballos que 
él cuidaba, porque Humberto decía que los mozos de po- 
sada robaban la cebada, y ensilló el más fuerte con una 
silla de zalea que formaba parte del materíal de la com- 
pañía. 
El posadero y su mujer, y el mozo, estaban en el 
teatro, y sólo había quedado en la posada la criada, que 
dormitaba en la cocina, al lado del hogar, donde había 
algunas brasas. 
Ruperto subió por la niña y bajó con ella en brazos, 
sin más equipaje que lo puesto. 
Colocóla en la delantera de la silla, montó a caballo y 
salió de la cuadra; atravesó la cocina, despertando a la 
criada el ruido de las herraduras sobre el empedrado. 
Pero cuando la moza se dió cuenta de que alguien 
había salido a caballo, Ruperto, llevando abrazada delante 
de sí a Marieta, había salido de la posada. 
Ruperto salió del pueblo, y en las afueras preguntó a 
un campesino si había algún camino hasta la estación in- 
mediata. 
—Sí, señor; el de Santa Cruz de la Zarza, 
—¿Dista mucho Santa Cruz?
	        
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