LOS ANGELES DEL ARROYO
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+ —No sé cómo se llamaba.
¿ — Pero... ¿está aquí con las mujeres?
—Tampoco.
—¿Que no? :
—Yo creía que debía ser hija del Ruperto, porque él
Se la llevó la noche que desapareció de la posada.
Miráronse, consternados, Colás y el Punta. A
— ¡Se la llevó!-—exclamó Colas —. ¿Dónde? 0
—¡Pues qué sé yo! ¿A ti te dijo algo? Porque a mí
tampoco.
—Vamos—dijo el Punta—, vamos al teatro; quizás el
ñor Humberto sepa algo que no sabe este hombre.
—Sí, sí, id allá; me parece que lo mismo saben ellos
Que yo.
— Bien: que nos tengan listo el cuarto y que no le falte
el pienso al caballo.
. —Todo se hará, todo se hará—contestó con flema el
3 Posadero.
| —«¿Por dónde se va a ese teatro? —preguntó Colás.
MN —Por la calle de al lado, arriba, arriba, torcéis a mano
- EStecha, y veréis un farol encarnado; allí es,
Los muchachos no esperaron más, y caminaron de
Prisa en busca del «coliseo».
La taquilla cerrada, la puerta desierta la orquesta
da, ni palmadas, ni gritos, ni silbidos, ni más luces
ce la de un farol con un cristal encarnado, en el que se +0
en letras negras: TEATRO. '
Tal aparecía el coliseo taranconense,
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