LOS ANGELES DEL ARROYO
—Se ofrece que necesitamos el carruaje.
—¿Para vosotros?
—Se entiende...
—¡Ajay, mi madre! Valientes personajes estáis... ¿Es
por una carrera? ¡La peseta!
—No; es por horas.
—¡Anda, mejor que mejor! Tenéis muy poca ropa para
andar en coche más de una hora.
Nadie le ha encargado que mos cuente. las prendas
- Que llevamos encima.
—De juro...
-—Entonces, ¡a qué viene hablar de la ropa, hombre!
Usted parece un caballero con el carrik y el sombrero de
hule, y no es más que un tío de tralla, que todos son mo-
- Fralla, y mosotros parecemos dos limpiabotas, y podemos
Ser... dos caballeros.
—Disfrazados de incógnito.
- —Es posible. ¿Qué sabe usted sí éste es el hijo de un
Marqués y yo de un duque?
—Es verdad... Pero paréceme a mí que os huele el
aliento a borrachera.
—Hemos tomado la mañana, y si tú quieres también
de convidamos.
—No hay de qué darlas...
-—Mejor si no quieres. Vamos, ¿cuánto nos vas a llevar
Por hora a éste y a mí?
—¿Pero hablas formal?
—Más que un santo de palo,
+ —¡Pero si tú no tienes dinero para pagar un coche por
- horas]