LOS ANGELES DEL ARROYO 579
—Fué a presidio, donde murió después.
Así hubía sío antes. ¡Malvado de tio! ¿De modo que
-Usté reconoce estas ropitas?
20 —Sí, sí... son las de ini Enrique del alma,
— ¿Se llamaba Enrique?
—Sí, Enrique de Camposagrado y Eulate.
—Yo le llamé Camilo, como se llamó mi padre, porque
el chiquillo no pudo decir cómo se llamaba, ni él ni su
No hacía más
Que llorar o hacer pucheros, diciendo «jmamá, mamá!»
Pero ni una palabra más.
+ —¡Hijo de mi alma y de mi vida!... -Sí... estaba muy
Mrasadito en hablar, porque cuando wmás chiquito, tuvo
Cliteria y eso le atrasó, por las terribles curas que hubo
Que hacerle en la garganta.
Mo e
Doña Eulalia había puesto la caja de cartón sobre su
Vodillas, y contemplaba pieza por pieza, aquella: ropita:
zapatitos de charol blancos y el lazo de cinta de gró
“ul que ella recordaba haber puesto a su hijo la tarde en
Muela mano criminal del pariente de su marido 1e había
Sistraído del lado de la niñera que malcuidaba de él en la
laza de Oriente, distraida hablando con un soldado de
Y Escolta Real. |
Esta breve explicación pudo dar doña Eulalia a la.Ma-
Muela, que no salía de su «apoteosisa, repitiendo una frase
Muy vulgarizada en aquella época,
Yo siempre pensé que el chiquillo era:de personas
“centea, ¿sabe usted, señora? Pero como hay tan: malas