007 LOS ANGELES DEL ARROYO
veía era que me había tirado una plancha monumental,
de infolio, le dije:
- —Pos usted...
—Pues, Punta —observó Colás.
—Bueno: pues usted dispense, señor Dongracias, que
m'equivocao.
—Equivocado, Punta... Acababa en <ado».
— ¡Cuerno! ¿Sabes que estarías bien con Dongracias,
el maestro de escuela de Colmenar de Oreja, Colás? A mí
me dejas que hable como me sale de la boca.
— Oye, Punta; para hablar así es preciso ir de blusa y
boina, y no de americana y bimba, como vas tú, pues
sienta mal el guante con la alpargata.
—Ya aprenderé, ya aprenderé cuando sea rico.
—Sí... Si a eso esperas, serás como esos tíos brutos
que hacen mucho dinero y que son tan brutos de pobres
como de ricos.
—Déjate que yo tenga dinero; verás qué fino parezco,
Colás, y cómo todos me «dondean» como al caballero
más perfleuto.
4h ae
—Colasito, ¡Colasito!...—gritó uria voz de mujer desde
lo alto de la escalerilla del entresuelo.
—¿Qué quiere usted, Mariana? —contestó Colás.
—La señora marquesa le llama.
—Voy al momento...
Y dirigiéndose al Punta añadió:
—Espérame aquí. Quizás tenga que salir a algún reca-
do y saldremos juntos.