LOS ÁNGELES DEL ARROYO 677
—Es probable, porque todos los coches dan la vuelta
al Angel Caído y vuelven.
—Si no se va por el paseo del Observatorio...
—'¡Cál!, esa viene aquí, como otras muchas, a lucir sus
- galas,
—¡Quién lo había de decir, ¿eh?, c 1ando servía de ma- -
drina a Marieta!...
- —¿Quién te había de decir a ti, cuando servías de pa-
drino, que te habrías de ver como te ves?..
—¡Es verdad! Lo que dice a menudo mi madre: <¡Qué
de vueltas da el mundo!»
*
Los dos jóvenes siguieron paseando por el lado de los
-Jardinillos de la izquierda, en dirección a la rotonda del
Angel Caído.
Cerca de ésta llegaban, cuando vieron veñir por el
Paseo recto que sirve de cuerda al arco del círculo: en
que está erigida la simbólica estatua que a tantos mortales
Fepresenta, el mismo <milord» tirado por los dos fogosos
Potros negros.
- —Mirala... ¡Qué pronto ha dao la vuelta!
Clara, que a la salida ocupaba el lado izquierdo del
amilord», habíase situado al otro extremo del asiento y
Diraba Haria el paseo de los jardinillos.
lba muy derecha y un poco inclinada hacia fuera.
Las plumas de su elegante boa de primavera flotaban
- impulsos del aire que desalojaba el carruaje, como ma-
-Miposas blancas que revoloteasen en torno de un busto de
Mármol blanco con los cabellos de oro, que tal parecía
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