LOS ANGELES DEL ARROYO
—¿Es capricho?
-—No, es empeño.
—No estamos en sitio de contar historia.
—Se busca otro.
—¿Cuál?
—Dime... ¿Quién es ese pollo que estaba contigo y
«que se ha vuelto de espaldas?
—¿No le conoces?
—¿Y o? No por cierto,
—Pues le has conocido tanto como a mí.
.. — ¡Yo! Pues, hijo, entre los pollos elegantes que voy
«conociendo... se entiende este nombre —añadió sonrien-
«do picarescamente Clara—, no he conocido nunca a ese
mi de vista,
—Y hasta de trato,
—¡Cómo! ¿Quién es?
—El Punta...
¿Ese? ¿Ese es el Punta? —exclamó asombrada Clara.
—¿Es eso posible?
—¡Me hace gracia! —contestó Colás.—Es decir, que
Trees muy natural verte tú vestida de seda y encaje y en
1 <milord» con dos caballos y cochero inglés y lacayo
—€spárrago, y que yo sea criado de una marquesa, dy te
€xtraña que el Punta sea aquel pollo elegante que te ha
Conocido y se vuelve de espaldas para no mirarte?
—¡Ah! Piensa no mirarme.
— Así parece.
—¿Pues yo qué le he hecho? ¿Qué le he robao o qué le
«debo?
Tomo I z 86