698 LOS ANGELES DEL ARROYO
—Medio siglo y algunos meses... Un «manso» de ma-
tadero, sabes?
¡Ah! Pero tú...
—No, no... Eso te lo puedo jurar. Digo que es manso,
por... lo viejo y por lo docilón. Ese se quería casar con tu
marquesa, ¿sabes Colás?
—¡Ah! ¿Sie
—Sí, hijo... Pero el hombre supo no sé qué historia de
una chiquilla que la marquesa había tenido no sé de quién,
y se llamó a escama y dijo... pues quien hace un cesto
hace ciento, y lo que es cestitos a mí para que yo los lle=: 0
ve y me capee... nones.
—¿Y tú sabes —dijo Colás —quién era esa niñá?
—Yo no... Lo que me contó un día el duque fué una
cosa muy salada.
— ¿Qué?
—(Que una noche de baile en su casa no se sabe qué
guasón encajó en los salones la chiquilla con un golfo que
la llevaba, y la chiquilla la llamó, creo, mamá, y a la mar-
quesa la dió un supicuando, y qué sé yo...
—Pues... aquel golfo era yo —dijo Colás.
— ¡Tú! ¿Entonces la chiquilla?...
— Era Marieta,
— ¡Calla! ¿Y es verdad que era su hija, Colás?
—Yo no sé... —contestó muy colorado Colás, sin sabes
si había hecho mal con aquella revelación.
—No, dilo; si eso no tiene nada de particular... Tan
mujer es una marquesa como una vendedora de periódi-
cos, O peor, porque ella sabe lo que se hace y no tien€
una madre que la eche a los perros.