708 LOS ANGELES DEL ARROYO
Me enseñó joyas que el viejo le daba para mí y que
yo rechazaba.
En fin, que no pudiendo tampoco conseguir nada por
las buenas, comenzó a tratarme como a un caballo rebel»
de y a darme de bofetadas y de palos, furiosa.
Yo la dije que si seguía así me marcharía con Bonifa-
cio, que quería casarse conmigo, aunque al otro día no
uviésemos que comer.
Yo, la verdad, aunque Bonifacio me gustaba por su
cuerpecito y sus zalamerías andaluzas, porque era sevilla»
no y tenía mucha gracia y mucho pico, no le quería; pero
por salir del lado de la Pelambres me hubiera ido con el
demonio.
Se lo conté al maleta, y, por lo visto, la Pelambres
A
a
puso a nuestro lado a alguien que nos oyó convenir en
largarnos juntos a Tembleque, donde él tenía una parien-
ta, y quedamos en que al día siguiente me mandaría él
una mujer que me acompañaría hasta Tembleque, y que
allí me esperaria su parienta,
Al día siguiente, en efecto, apareció por casa, cuando
ya la Pelambres había salido por las manos de papel qué
nos repartíamos después, una mujer de no mala presencia,
que me dijo que era la que iba a buscarme de parte de
Bonifacio,
Yo tenía hecho un envoltorio con un poquito de ropá
y tomándolo debajo del brazo salí con la mujer descono”
cida.
Dijome que detrás de la esquina nos esperaba uN ca"
rruaje para ir a la estación del Mediodía.
A mí me extrañó lo del carruaje, porque no había Né”