LOS ANGELES DEL ARROYO 61
—¿Qué come la Infanta, chacho?
—Pues... come pollos y conejos, y ensalada y reque-
són de Miraflores...
—Eso sí que es bueno, chacho.
—¿Te gusta a ti el requesón, nena?
—A mí sí. ¿Y a ti?
—Mucho. En cuanto tenga dos reales ahorrados nos
“vamos a dar los dos una panzá de requesón... Hasta que
nos lo toquemos con los dedos en el gañote.
Hablando siguieron de esta guisa hasta la calle de
Ferraz, en una de cuyas puertas cerradas sentáronse sobre
«el escalón.
Disimuladamente me acerqué a ellos.
—Mira, Marietilla—dijo el golto a la niña—. De aquí
hay que dejarle su ración al Punta, que como está ma-
lucho no ha podido venir con nosotros por la bazofia del
«cuartel.
—Déjale la carne al Punta, y nosotros nos comeremos
as judías y los garbanzos, y también le dejaremos el
«aldo.
—No, no, come tú, come tú carne y lo que quieras,
que primero eres tú que el Punta, y que la Infanta, y la
Reina, y la... ¿Me quieres mucho, Marietilla?
—Más que todo lo que se diga.
-—-—Dame un beso, y a jamar, chiquilla, que se enfría el
«ASA ).
El golfo bajó la cabeza, que la niña cogió entre sus
manitas, y se besaron.
- —Toma bien la cuchara—le decía el golfo—,; así la co=
gen las golfas, y tú no eres golfa, sino una señorita.
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