LOS ÁNGELES DEL ARROYO 743
ode la call de las Tabernillas y tenía hambre porque Colás
había salido sin darla antes el biberón.
En la pobre imaginación de la niña no cabía aquello
de que Colás y el Punta hubiesen podido robar.
Seguía calladita al lado de Ruperto, que miraba todas
las muestras de la cal'e, tratando de descubrir alguna con
la indicación de posada.
- Llegó casi hasta el final de la calle de Toledo, y no
encontrando lo que buscaba, detuvo a una mujer y la pre-
— guntó:
- —¿Sabría usted de alzuna posada por aquí?
—Sí, buen hombre; no está usted lejos de una buena.
—¿Dónde es'á?
—Pues mire usted, tire por esa calle, la de la Argan-
- Zuela, y en llzgando que llegue al Campillo del Muado
Nuevo, allí hay una posada: la del tío Jurumiales.
— Muchas gracias.
— Pa servirle.
Siguió Ruperto las indicaciones de la mujer, y en efec-
Yo, al salir al Campillo del Mundo Nuevo vió sobre la de-
-Techa la muestra que se balanceaba en una varilla de hie-
YO con el anuncio de <Posada de Jurumiales», debajo de
y Les ;
Un tosco dibujo en negro representando una galera con
Tiro de reata.
Entróse Ruperto con la niña por el ancho portalón.
Un mozo le salió al encuentro.
—¿Qué se ofrece, buen hombre? —pregunto.
—¿El amo de la posada? s