LOS ÁNGELES DEL ARROYO 751
a
Ruperto, sin cuidarse de mudar el agua, se jabonó
la cara, el cuello y la cabeza, y cuando estuvo hecho un
masca'ón blanco, sacó la lengua y puso los ojos bizcos,
con lo que Marieta se rió mucho, apretándose el estóma-
go y gritando:
—¡Qué feo estás,.Rupeto! ¡Qué feo!
—Pues ahora verás qué guapo—contes'ó el gracioso
ASomándose al tendedero, que inundó de agua sucia.
Enjuagóse cara, cuello y pelo, y después de bien seco
Peinóse a tientas la melena alzonada que le cubría el co-
-gote y se enroscaba sobre las orejas a guisa de romántico
del año treinta.
Cuando estuvo terminada la «toilette» de ambos, y
-Sacudidos americana y gabán y el sombrero abollado, todo
lleno de polvillo de carbón de la locomotcra y del cami-
ño desde Tarancón a Santa Cruz de la Zarza, Ruperto es-
- Sondió bajo el jergón el pequeño lío de ropa y el peine,
Y tomó a M rieta de la mano, diciéndola:
Ahora a almorzar, y sea lo que Dios quiera, hijita.
Ambos salieron del cuarlucho en busca del comedor
y € tercera.