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CAPITULO ll
La lonja de los cómicos
ALIAN aquella noch: de la posada de Juru-
' miales, Ruperto y Marieta, bien descansar
il dos durante todo el día, y medianamente sá-
-.¿%) tistechos de comida.
Ruperto se orientó pronto, recordando por dónde ha-
bía ido a la posada, y siguiendo la calle de la Arganzuela,
cuyo letrero conservó en la memoria, salióse a la calle de -
Toledo, subiéndola hasta la Plaza Mayor.
Detúvose allí sin saber por qué arco salir para ira ll.
calle de Sevilla, a eso lonja de cómicos tronados en la qué :
muchos acaban con su paciencia, que toma el mismo Ca-
mino que el poco dinero que les queda de su última con-
tra'a.
Pero Ruperto, que era un niño grande, con la C2”
beza llena de ilusiones, y que había oído contar mará”
villas de aquella acera regada con tantas lágrimas de