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LOS ÁNGELES DEL ARROYO 159
—Oiga, oiga... que yo he hecho en Don Benito el pa-
pel de Guzmán el Bueno, y el alcalde, que es hombre que
lo entiende, me decía en mi camerino que Vico se que-
daba muy por debajo de mí cuando yo decía aquello de
«Infante don Juan, si en ese campo no hay cuchilla...
— ¡Allá va un serrucho! —exclamó riéndose uno.
—Caballeros, aquí no se puede hablar dos palabras de
tormalidad. Así andamos todos.
—¡Pues mire usted que esta es otral —dijo un terce-
to—. Ya soy actor cómico, como todos saben y la fama
Pregona, porque donde yo me pongo a hacer reír al pú-
blico parece que le hacen cosquillas.
Pues ahí tiene usted, que porque llamé «mujer de
len» a la querida del empresario de la compañía donde
Abajaba en Carcagente, me echó a patadas.
—¿Y por qué se ofendió ese gaznápiro?
—Porque decía que yo había calúmniado a la querida.
era verdad, porque nadie le dijo nunca lo que yo le
. Pues allá se ha quedado sin actor cómico y sin....
El que hablaba se vió de pronto tirado por la manga
del gabán.
Volvióse y vió un rostro escuálido y bondadoso, que
preguntó con acento tímido:
*-—¿Dónde está Carcagente?
-—En el reino de Valencia. ¿Por qué lo preguntaba?