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LOS ANGELES DEL ARROYO 
—Pues eso... 
—¿V eso qué es? 
—Que es lunes. 
—¡Dalel Si ya lo sé. Como. que ayer me mudé de ca- 
3 Misa y no lo hago más que los domingos. 
—Pero es que... usted no tiene pagado más que hasta 
E el domingo... y hoy es lunes. 
—¡Vaaal ¿Y es para eso para lo que me ha despertado? 
-—Es claro. Aquí se paga por adelantado. 
; -—No; lo que es a buen mozo ya fino ganará cual- 
quiera al tío Jurumiales; pero a desconfiado y a exacto, ni 
el Gobierno ni el cronómetro de Casielles. ¡Cuerno con el 
hombre! No sé cómo no me ha pedido el dinero al dar 
Anoche la última campanada de las doce... 
—Eso lleva usted de ganancia... media noche. 
-——Pues le daré a usted el dinero de dos días, y luego... 
Por la puerta se va a la calle—dijo Ruperto castañeteando 
los dedos. 
- —¿Piensa usted irse de la posada? 
—Sí, señor. ¿No le da vergienza al amo, después que 
YO ha metido a uno en una huronera como esta, hacer que 
do despierten al amanecer para pedirle el dinero? Hombre, 
E Sl esto ho se ve ni en Judea. 
—¡Y qué quiere usted... ¡Ha llevado el amo tantos 
Palos! 
—Carrera de baquetas debiera sufrir, que no palos suel- 
Los, Vaya... tome usted ese duro y pasado mañana habla- 
E emos. 
-—¿Y dónde irá dle que esté mejor que aqui? 
—Sí... ¡Si-el hotel de Embajadores no tiene que hacer 
on esto!