790. LOS ÁNGELES DEL ARROYO y
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los cocidos; pero también, según la bodegone:a, los
«agraciaba».
Entraron Ruperto y Marieta en el rertaurante baralO 13
sentáronse en un banco de madera a una mesa bastamié —
limpia sin manteles.
Ruperto pid.ó un puchero de a real, ¿A
La bodegonera púsole delante un plato hondo y 47
cuchara, un pedazo de libreta que pesaría cuatro onZ sy:
un vasito de vidrio con más fondo macizo que cabida
lleno hasta los bordes de un vino negro como tinta y que Y
cabría en un cascarón de huevo. E
Por un real, hubiera sido gollería pedir más.
Ruperto pidió otra cuchara, que llevósela la bodegont
ra a la vez que el pucherito, que volcó en el plato hondo $
Seguramente que para un hombre solo de poco diente 13
aquella ración de garbanzos, con su trocito de carne Y de
tocino amarillento, su caldo que hacía ojos, el trozo dep"
y el trago de vino, hubiera bastado para no morirsé de
hambre hasta las ocho de la noche, hora en que se yolca”.
ban por segunda vez los pucheros, :
Pero para dos personas resultaba escaso alimento, 1-3
antes bien un despertador de apetitos en estómagos mol. y
exigentes.
—Come—dijo Rurerto a Marieta, poniéndola *%
mano la cuchara de estaño.
—¿Y tú?
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