LOS ÁNGELES DEL ARROYO
al reposo de la muerte, de la alegría a la tristeza, de la
compañía a la soledad.
Se veía, se sentía más solo, más triste, más necesitado
que nunca, y más desesperado también.
Marieta era E él su compañera, su consuelo, por-
que las penas y las fatigas y las hamibres las compartía
ton ella, qt sAlirdo son la mayor parte, en lo que ha-
aba también un placer
¿Con quién con1-+
Ón, ela:
mísero condumio
ac milteatao no huner NAO
s piltrafas y los huesos, las escase-
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Jamiento, como 10a a GORmu
Todo esto pasó como ideas elámpagos por el aton
tado mag ín del comico.
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Sstu viérase SODTre €l borde de ¡a acera hasta el ama:
Mecer, si no le hubiese sacado de su abstracción, rumor de
Votes de q que subían por la misma acera.
Delante de aquel pelotón de hombres y mujeres iban
dos enardias d de Orden público, manteniendo a distancia
algunos desarranados que trotaban a los dos lados de
los guardias, delarite de los pe iban dos muchachos
de catorce y diez y seis años, De deere atados
Bor los brazos uno a otro y con las cuerdas pasadas por
la espalda a los brazos ¡ibres