LOS ANGELES DEL ARROYO
encasquetándose el sombrero, salió de la posada sin espe--
tar el desayuno de sopa de ajo que le servía Aquilino, an-
le quien no quería verse; porque noblote y delicado como
era, temía hacerle presente sus sospechas y esto no quería
hacerlo, hasta tener la prueba irrecusable del delito.
Ya en la calle, entróse en una taberna donde por po-
cos céntimos le dieron un vaso de café con leche,
Luego se encaminó al centro de Madrid para hacer ho-
fa, porque supuso que tan temprano no podría comuni-
Car con el Cojo y el Chato de Carabanchel, como era su.
intención,
Después de pasear la gallarda persona durante dos
horas por las aceras de la Puerta del Sol, y cuando eran
próximamente las diez de la mañana, Ruperto tomó por
la caile de la Montera arriba y entró por la de Hortaleza.
en dirección de la plaza de Santa Bárbara, donde aún se
levantaba el sombrío edificio del Saladero, antiguo mata-
dero de cerdos, construído por don Valentín Rodríguez,
durante el reinado de Carlos III, y destinado a cárcel pú-
blica a mediados del siglo pasado, hasta 1884 en que fué
"E demolido, después de inaugurada la Cárcel Modelo, vul-
garmente conocida por el «Abanico».
El Saladero estaba situado en la parte alta de la plaza.
de Santa Bárbara, esquina a la que es hoy calle de Sagas--
ta, y entonces Ronda de Santa Birbara.
Subíase a la cárcel por una rampa, y por ésta subió
Ruperto, entrando en la cárcel por delante del centinela,
Cuya consigna no era la de detener a nadie a su entrada
Por la puerta.
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