LOS ANGELES DEL ARROYO 843
Una doble reja de hierro separaba a visitados y visi-
tadores, y tan distantes una de otra ambas rej..s, que no
podían unos y otros darse la mano.
Y... sin embargo, por a'lí entraban cuchillos y navajas,
y limas, y cuerdas, y cartas, y... en fin, el crimen en
embrión.
¿Cómo?
Nunca se supo, o si se sabía por quien pudiera evitar-
lo no se evitaba, mediante ciertos untos de gran «ficacia.
para el desliza.niento de aquellos obje:os hasta el interior
de la cárcel,
Un empleado de les que entonces había en las cárce-
les, an:es de que se organizase, elevándolo a carrera, el
Cuerpo de Penales, que tan pronto gozaba de un sueldo
como le privaba de él una cesantia arbi.raria, comunicaba
a un calabocero los nomtr-s que se le daban de los pre-
Sos que se deseaba salieran al locu orio.
Comunicado el nombre al calabocero del interior,
Ofese la voz de:
—¡Ese... Fulano de Ta!... al locutorio!
Había dos de estes ocutorios: uno para los presos
adultos, y otro, más adentro, en un callejón que comuni-
caba con el «Patio de los M cos», o sea al que iban a
parar los «irresponsables» menores de diez y se.s años.