932 LOS ANGELES DEL ARROYO
—-Haréis bien; pero para llevárosla de nuestro lado, ha
de probar su derecho de madre y ha de contar con la vo-
luntad de la hija, ¿Podrá ser esto? Vosot:os diréis,
Nicolás y Enrique se miraron. e.
—Contestaremos a usted dentro de poto — dijo Enri-
que levantándose.
—Volveremos aquí en breve con la contestación —repi-
tió Nicolás.
-Papá, ¿dónde quieren llevarme? —preguntó María—.
Yo no quiero dejarte, ni a Emma...
—Y a lo oyen, señores. Pueden transmitir esta suprema
resolución a esa madre que no conoció jamás a su hija.
Nicolás y Enrique saieron del cuarto abrumados y
confusos. Comprendían toda la dificultad de la empresa
que iban a acometer y temblaban por su resultado,