938 LOS ANGELES DEL ARROYO
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hablamos en general, sin desconocer que hay honrosísi-
mas excepciones.
¿No era una temeridad sorprenderla en medio de aquel
total olvido con la noticia de la reaparición de su hija, que
tal vez contrariase a la marquesa en sus planes futuros?
e de ole
Era preciso proceder con gran cautela y prudencia
para no dar un paso que Dorotea podía juzgar inoportuno
y atentatorio a su libertad.
Sin explanar antes el ánimo de Dorotea no la daría la
noticia.
Y esto para él era lo difícil, porque desde que Nicolás
había comenzado sus estudios superiores, Dorotea apenas
_le ocupaba, y faltábanle para hablarla con algún deteni-
miento aquellas ocasiones que antes le ofrecía el trato fre-
cuente y diario con Dorotea.
A esta lucha uníase el profundo sentimiento que le ha"
bía causado el desconocimiento completo que de él y En-
rique había manifestado Marieta.
Para él no había pasado el tiempo, y Marieta seguía
siendo su hija, su niña; a la que creíz tener perfecto dere-
cho, como un padre lo tiene a su hija.
No consideraba que hay una época en la infancia en
que los recuerdos se borran tan completamente como si
los hechos no hubiesen existido; el lapso de tiempo qué
media entre el nacimiento y los cuatro o cinco años, €
como si no se hubiese vivido,
Acaso en la edad madura reaparecen algunos recuer-