Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
ana A 
y 
Ll” 
— ¡Ay! Casarse. ¡Sí, sí, casarse! En eso están pensando 
los hombres cuando saben que una mujer ha tenido una ? 
falta. | <= 
—Calle usted, señora. Que conozco yo una señorita de 
muy buena familia que todo el mundo sabe que tuvo dos 
És 
PAX PP [PP ¿5 PP 5 ¿[5 PP o 
chiquillos con distintos novios y se ha casado con un mi- 
llonario en Inglaterra. *d 
—Bien puede ser; pero eso es lo raro, lo excepcional, 
—Bueno; ¿pero qué la cuesta a usted concederle que 
la hable aquí mismo y que la diga a usted lo que él pien- 
sa y desea, 
—¡Oh! Ya puede usted figurárselo, señora Brígida. 
—Yo no. ¿Cómo he de saber cuáles son las intenicios 
nes y deseos de un hombre que se muestra tan enamora: 
do como ese señor? y 
Lo mismo puede ser para una cosa que la convengá 3 
que para otra que no la convenga. 4 
—A. mí no puede convenirme sino lo que no puede 
— ¿Qué? 
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sel. 
— Casarme. 
—Pero como ese señor no pretenderá eso. 
—-¡Quién sabe! Por hablar nada se pierde. 8 
— Sí... por hablar; pero cuando una mujer concede uná 4 
entrevista como él la solicita... 8 
—¿Y qué? ¿No estará usted aquí como en su casa? 
—No, señora. En mi casa puedo recibir la visita de UN 
caballero porque tengo a mi hija, cuya presencia inspira 3 
siempre respeto.
	        
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