CAPITULO XXVII
El abordaje caliejero
eo
Y Ms UANTO has tardado, mamá—exclamó Vir-
2] tudes—, ya estaba yo con cuidado creyen-
| z . 3
: te hubiese ocurrido algo.
/ qué quieres que me ocurriese? ¡Ave
—¡No, mamaíta! —contestó Virtudes abrazándola y be-
Sándola—; pero ya sabes que siempre que ie dejas sola
Estoy intranquila por ti,
—E impaciente por ti, ¿no es eso?
—SÍ... ¿por qué no he de contesártelo? Me da mucha
lástima de este pobre hombre qne está ahí de pie y en-
COrvado para ponerse a la altura del ventanillo —dijo rien-
do en su buen humor de muchacha precoz, Virtudes.
Porque para ser feliz una mujer la basta con amar, ser
AMada y no tener «novio jaqueca».