LOS ÁNGELES DEL ARROYO
Y en estas conversaciones, medio formales, medio ef 3
broma, pasaban el rato Anatalia y su futuro remoto yerno
hasta que se amartelaban 1os novios mientras ella plan-
ch. ba en la misma mesa del comedor hasta la hora de
la cena
Ma .rchá ábase luego Ricardo, y dos horas despúés vola
hasta la una de la noche. |
¡Oh madres que tenéis hija ya casada, con qué gusto :
veréis llegar la hora de meteros en la cama sin tener qué
esperar a que un novio chinche le dé la gana de levanta!
el campo y marcharse-a dormir, dejándoos disfrutar dl
sosegado sueño, que sólo habréis entretenido a cabez adas
durante la larga visita del pelma de vuestro iutúro yerno!
Pero las madres han nacido para eso, y no hacen más
que repetir ellas el cuadro que ofrecíanos en su tiemp0
de la madre «pescando» y los novios estando a la que $
pesca.
Así se pasaba Anatalia muchas noches, y todas, cuall*
do se iba Ricardo, decía a Virtudes:
—Es preciso que digas a Ricardo que se vaya más ten:
prano para que podamos dormir siquiera siete horas.
Pero Virtudes, que dormía poco como toda muje!
enamorada, no decía nada a Ricardo, Anatalia seguía
dando cabezadas y... pescando,