Full text: Tomo segundo (002)

1050 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
—¡Vaya unos títulos, > hombre! ¿Dónde están esa con- 
desa y esa duquesa? 
—En la calle del Prado, núm..., sotabanco de la de- 
recha, con entrada por el cielo. 
—i¡Vaya, tú estás loco! 
—Alguna condesa y duquesa de la buhardila —dijo e) 
duque. 
—¡D+ sotabancó, abuelo; no ofenda usted el hermoso 
san'usrio de mi novia. 
Vamos, amores de modistilla; yo también los iwve 
—De modistilla, no, «buelo; mi novia, que tiene un 
nombre cue ya la garantiza... . 
— ¿Cómo se lama? —pregunió Elena. 
—Virtudes. 
—¡Oh!—exclamó el ducue—., Hay tantas Puras impu- 
rus, y tentas Blanc:s morenas, y tantas Virtudes viciosas... 
—E ta, ¿buelo, tierie en sí las vir.udes cardinales y teo- 
loga1l.s reunidas, y además cose admirablemente y hace 
pecheras para las camiserías. 
—¡No dijel ¡Amores de buhardil!a! ¡Oh juventud ven: 
turosal Todavía me acuerdo cuando vo vía a mi casa sin, 
ganas de cenar y me preguntaba mi padre: 
«¿En qué buhardilla has cenado?» 
Porque también él, como yo, había cenado encebolla- 
do al amor del brasero en alguna buhardilla alegre... 
—Pero ahora, abuelo, son sotabancos las buhardillas, 
con techos rasos y pr debajo de los tejados, y no sobré 
ell.s como en tus tiempos, y cuando se cena en esos so" 
tabancos suele hab: a guna tortilleja con jamón, alguná 
gallina en pepitoria.
	        
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