Full text: Tomo segundo (002)

1072 LOS ANGELES DEL ARROYÓ 
uno, que representan el pan de un mes! Luego nos pon-* 
dremos a trab: ar, uno en frente de otro, consultándonos; 
cuando yo no sepa qué significa o cómo traducir una fra- 
se, un modismo, >, me lo dirás, y cuando tú no lo sepas, 
te lo diré o... lo inventaré yo. 
Luego, cuando concluyamos nuéstra tarea, nos 1re- 
mos a la calle, del brazo... 
Algunos creeráa, como creyó esta mañana la señorita 
que salió a abrirme la puerta, que soy tu querida... y noS 
reiremos los dos de los que lo crean, 
— Qué locuras estás diciendo, Elena! 
—¡Locuras! Pues si son locuras las - mías, yo nosé 4 
cómo llamarás las tuyas. 
—Lo que yo hago es propio de hombres de dignidad 
y de vergúenza; lo que tú dices no es propio de una mu- 
jer de tus condiciones y de tu clase. 
=-¿Y lo es de la tuya ese miserable albergue, ese mez* 
quino pen nal, ese epa vivir tuyo? 
Í 
, todavía tienes ropa con que presentarte 
decen dl qee ¿qué será cuando se te vaya gastando Y 
no tengas dinero con qué reemplazarla? 
Porque el estómago con cualquier cosa se llena; pero 
la ropa cuesta el dinero, y si no se tiene hay que vestif 
en el verano de invierno o en el invierno de verano, Sé* 
gún la estación en que coja la necesidad. 
—Todo eso lo he previsto y estoy resignado a tod0: 
-—Eso no es' posible, Arturo; no es posible que vayA 
como un pordiosero por la calle el hijo del dúque de To- 
rremolinas, 
—Sí; que fué hijo del duque...
	        
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