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LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1085
ca, hijo adulterino, ignorado, de doña Irene Labastida, ha-
bido durante su ma.rinmwonid con don Alvaro Fonseca,
duque ae Torremolinas.
Y como sé que si mi verdadero y querido padre vi-
viera, él mismo iría a pedir a María Golfini su mano
para mí...
Elena reflexionó un momento.
—Bien—dijo—; haz lo que quieras; pero lo que es in-
- digno es que mi hermano viva en una bohardilla cuando
yo vivo en un hotel.
—Como quieras.
—Ahora, adiós. Mañana temprano, ahora que sé dón-
de puedo enviártelo, tendrás aquí todo tu vestuario.
Dentro de dos o tres días iré'a verte al Hotel París.
¡Adiósl
Elena abrazó a su hermano y salió del dormitorio.
Arturo se echó de la cama y se vistió.
Poco después salía a la salita, donde ya Octavio esta-
ba trabajando en sus traducciones, mientras poco a poco
bebía a sorbos una taza de café con ieche, del que caían
sendos goterones sobre las cuartillas, que empapaba con
la manga de su camisa color de rodilla de cocina.
edi