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LOS ANGELES DEL ARROYO
Puede usted retirarse, señor Nemesio, y volver maña--
na a darnos su contestación definitiva.
Fué el tono con que Marieta pronunció estas frases |
“an altanero, tan despreciativo y tan resuelto, que Nemer
sio no supo qué replicar.
Había cambiado para él la excesiva, la inexplicable to»
lerancia de Clara, y ya no le quedaba más recurso que la Y
violencia.
Si la cometía en un establecimiento público, saldría
atado codo con. codo y arrojado a una de esas sentinas Y
que en Rusia llaman cárceles, ó
Nemesio había oído hablar de ellas y temblaba de pa- 4
vor sólo pensar lo que allí había de sufrir años enteros |
bajo el kout, y en los horribles trabajos forzados de los HH
presidios de Rusia, AV
Nemesio tomó sú sombrero y dijo con sombrío acentos?
—Hasta mañana, pues. il
Y salió del gabinete, de aquel departamento que ha-*
- bía escogido Clara para los dos, con cuarto independien*"
$e pero juntos, como el salón, el cuarto de tocador y uN
- pequeño comedor, donde pensaban comer mientras estur
¡viesen en San Petersburgo. ;