LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1155
Cual, encorvándose sobre su ligera góndola, hácela volar
sobre el agua de un solo golpe de remo, como cínife que
se desliza sobre la superficie de us estanque.
Las músicas y la algazara toda llenan el aire de ale.
gres ecos.
Las barcas y las góndolas desaparecen bajo los paños
de distintos colores, alguno de terciopelo recamado de
Oro, y de seda de púrpura y de raso verde.
Los dueños de los palacios, que se reflejan en las
eguas como edificios móviles, rivalizan en el adorno de
sus fachadas, gastando en ello sumas enormes.
En las regatas es de notar la variedad que existe en las
embarcaciones.
Hay góndolas del siglo xv, caigues turcos con remeros
desnudos de cintura arriba con su comitre que marca el
ritmo de los remos, ligeros juncos chinos y hasta piráguas
de los salvajes de la Oceanía,
Hay barcas adornadas como en los tiempos de los Mé-
dicis y de Lucrecia Borgia, y sobrepuesto en elegante
Camarín cubierto de gasa de oro y plata o de cortinajes de
brocado de varios colores, y las proas y popas adornadas
Con grupos escultóricos.
Figura en las regatas el «Bucantauno», la nave en que
el Dux salía a arrojar su anillo en su casamiento con el
Mar.
En fin, la hermosa ciudad de los Dux reaparece en las
regatas tal como era en la época esplendorosa de su glo-
Fla, cuando, como hoy Inglaterra, era Venecia la dueña de
los mares conocidos, que no pasaba dei Estrecho de Gi»
braltar, :