Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
A me 
—¿ De modo que Ricardito sabe que su padre anda | 
en esos pasos? 
—¡Qué ejemplo!, ¡qué ejemplo !-—exclamó la con 
desa; porque en este pícaro mundo todos tenemos algo 
del Diablo Predicador. 
Pero Irene ignoraba que sus hijos conociesen su falta 
y por eso no tenía empacho en manifestarse indignada 3 
por el ejemplo que César, con aquellos conatos de liber- $ 
tinaje, daba a su hijo, sin saber que sus hijos podían pen- JE 
sar que no era tan saludable el ejemplo de liviandad que $ 
ella daba a su hija, y gracias que ésta iba cada día ale- Í 
jándose, por todos estilos, de la posibilidad de una li- 
viandad semejante. 
Irene, para quien habían pasado veintiséis años E 
desde que cometió la falta, habíala casi relegado al ol- 
vido; y sólo César era el soplo de aire que reanimaba 
el fuego de los recuerdos entre sus cenizas, cada vez; 
que punzaba a su madre con alguna alusión epigramáti* 
ca alusiva a aquel delito conyugal. 
Sólo veía la falta presente de su hijo, que podía sel JH 
de tan pernicioso ejemplo para Ricardo, para quien has 
brían perdido la fuerza moral, dándole mañana derecho | 
a contestarle con el «peor fuiste tú», lanzándole al rostro AE 
el mal ejemplo de su conducta libidinosa y ultrajant£ + 
para su madre, la infeliz Adela, que creía tener en SU [$ 
marido un santo digno de la canonización. E 
—Lo que yo extraño—dijo Arturo—, es que Cé- | 
sar no haya visto alguna vez a Ricardo con su novia Y | 
su madre, ni aun el domingo cuando con ellas y conm!* 
go estaba en los Viveros.
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.