Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1177 
Eso dice lo ciego que debe de estar con Anatalia. 
Es verdad que ella es guapa... 
—Guapa es también Adela. 
—¡Oh, mamá! A los diez y ocho owveinte años de 
casado, ya no se sabe si la mujer propia es guapa... 
La costumbre la vulgariza, y mientras a otro le pa- 
recerá una divinidad, al marido le parece una mortal 
como otra cualquiera, y en cambio parécele a él una di- 
vinidad la que a otro tal vez le hastía... 
Sí ese es el pícaro mundo, y de ello no queremos 
convencernos. 
Mientras existe el amor, existe la fidelidad, y si no 
se amó nunca, lo mismo el marido que la mujer preva- 
rican a la primera ocasión que se presenta. 
*AR 
Doña Irene bajó la vista ante la de su hijo, aunque 
creía que en las palabras de Arturo no podía haber 
alusión alguna a su prevaricación conyugal. 
, —Y Ricardo, ¿ qué ha dicho al saber eso de su pa- 
dre?—preguntó Elena. 
—¿ Qué ha de decir? Que tiembla que César se en- : 
tere de sus amores ahora doblemente, porque con las ne- | 
gativas de Anatalia le encontraría la noticia mucho más 
ltacundo, y teme que le haga marchar fuera de Madrid 
Para quedar él en libertad de asediar a Anatalia hasta 
acerla aceptar sus finos obsequios. 
., “De modo que ellas no saben que el pretendiente 
de la madre es el padre del novio de la hija... 
lomo !I 148
	        
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