LOS ANGELES DEL ARROYO
—Se ha dado a conocer con su verdadera pezsene
lidad, y como padre de usted.
Yo ignoraba que fuese él el mismo que me reque-
ría de amores, sabiendo que su hijo tenía relaciones or
mi hija. Pero ha sido preciso.
—¿ Qué ha dicho?
—Que es usted muy joven, que está usted estudian.
O, y que como no piense usted más que en sus amores
es probable que pierda usted el año y que se malogre
su carrera. ;
En buenas palabras me ha repetido lo que ya lo
bía dicho en la camisería sobre los casamientos des
iguales.
Conceptúa a mi hija muy digna, muy honrada,
Pero muy poca cosa para su hijo, futuro conde ¿le
alle-Rojo, como su hermano de usted llegará a sex
duque de Torremolinas cuando usted herede el titi
de su padre y falte a la vez.
¿Es acaso £l quien ha de casarse con Virtudes?
—No; pero como él es el padre y usted sólo tire
que obedecerle.
—¡Obedecerle! Lo más que puedo hacer por alhore
$5 no casarme, porque ¿dónde vamos, Virtudes «cor
sus catorce años y medio y yo con diez y siete?
Pero dejar de amarla, dejar de verla y hablarix,
- SUnque hayamos de esperar así diez años .. ¡Oh! Ese
M% él, ni usted, ni nadie nos lo impedirá.
Creo que está usted equivocado, Ricardo.
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YO, por mi parte, estoy dispuesta a cerrar a usted de