1226 LOS: ÁNGELES DEL ARROYO
AS.
Era seguro, que si ésta hubiese estado cerrada con 40 p
débil cerrojo como las noches precedentes, a aquella bes"
tial acometida la puerta hubiera cedido.
No sólo no cedió, sino que ni retembló siquiera; tad
dobles y fuertes eran los cerrojos que había puesto el Ce-
rajero por orden de Adela,
César bufaba y se mordía los nudillos al verse chas:
queado por todas partes.
Su hijo le desobedecía, aquellas mujeres se burlabal
de él como un: viejo imbécil a quien se contenta co |
cuatro seguridades y luego se hace lo contrario que se le 1.
ha prometido; s. mujer le desóbedecía y se parapetabl d
contra sus probables invasiones nocturnas. 4
Era para desesperarse; y en un carácter estrafalarió,
despótico hasía la grosería a veces, porque tenía monta [|
a su casa en un fégimen semejante al que soñaba pará
gobierno de su país, aquellas contrariedades le llevabaD
al crimen, :
Como vió que era inútil el sistema de ariete conti
aquella fortaleza y hubiese escandalizado poniéndose más
en ridículo de empezar a dar voces queriendo imponer $
voluntad, tuvo por lo más prudente el retirarse a sus ap0” |
sentos.
Si en aquel momento . hubiese entrado en el hotel Ri
cardo, es seguro que en él desahogara toda su bilis.
Pero aquella noche dijo que iría al teatro y que saldríá [|
tarde, indudablemente para estar más tiempo al lado de |
la novia, por lo mismo que el conde había dispuesto que
no se le admitiese más en aquella casa,
Pasada una hora, fué descendiendo la temperatura 4