Full text: Tomo segundo (002)

1226 LOS: ÁNGELES DEL ARROYO 
AS. 
Era seguro, que si ésta hubiese estado cerrada con 40 p 
débil cerrojo como las noches precedentes, a aquella bes" 
tial acometida la puerta hubiera cedido. 
No sólo no cedió, sino que ni retembló siquiera; tad 
dobles y fuertes eran los cerrojos que había puesto el Ce- 
rajero por orden de Adela, 
César bufaba y se mordía los nudillos al verse chas: 
queado por todas partes. 
Su hijo le desobedecía, aquellas mujeres se burlabal 
de él como un: viejo imbécil a quien se contenta co | 
cuatro seguridades y luego se hace lo contrario que se le 1. 
ha prometido; s. mujer le desóbedecía y se parapetabl d 
contra sus probables invasiones nocturnas. 4 
Era para desesperarse; y en un carácter estrafalarió, 
despótico hasía la grosería a veces, porque tenía monta [| 
a su casa en un fégimen semejante al que soñaba pará 
gobierno de su país, aquellas contrariedades le llevabaD 
al crimen, : 
Como vió que era inútil el sistema de ariete conti 
aquella fortaleza y hubiese escandalizado poniéndose más 
en ridículo de empezar a dar voces queriendo imponer $ 
voluntad, tuvo por lo más prudente el retirarse a sus ap0” | 
sentos. 
Si en aquel momento . hubiese entrado en el hotel Ri 
cardo, es seguro que en él desahogara toda su bilis. 
Pero aquella noche dijo que iría al teatro y que saldríá [| 
tarde, indudablemente para estar más tiempo al lado de | 
la novia, por lo mismo que el conde había dispuesto que 
no se le admitiese más en aquella casa, 
Pasada una hora, fué descendiendo la temperatura 4
	        
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