GELES DEL ARROYO
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o me merezcor, dígalo usiea, mal
a conducta de mi hijo es exect
os das PP Y
uviera adorando.
nte que n
se como señ ra, Como esposa y como madre de sus ni]
y como nada de esto me ha respetado, resultado de
ha sido una separación material entre nosotros y la sepa-
ración moral consiguiente, después del desengaño recibido.
—Pero si te vas a París y abandonas el campo, él...
—¡Pues qué! ¿Cree usted que voy a entrar en lucha
Con esa mujer?
¡No faltaba más!
Creo más digno de mí abandonar el campo, como us-
ted dice, que disputar el marido a una mujer por quien
él muestra predilección.
Aquí yo no podría soportar una situación tan ridícula
Para mí; porque aunque dicen que son únicamente ellos
los que están en ridículo cuando les faltan sus mujeres, yo
Creo que también están las mujeres propias en ridículo
Cuando se ven preteridas a otra mujer elevada a su nivel.
—i¡Pero, Dios mío, si César fué siempre un hombre de
Costumbres tan rígidas)...
—;¡Oh! ¡Quién sabe, mamá! Ahora ha dado la casuali-
dad de que se haya sabido por imprudencias suyas.:.
¿Quién dice que eso no lo haya repetido varias veces
Sin que yo lo sepa? S
—Pero se hubiera visto... En Madrid no puede estar
Oculto quién es el que sostiene a esta o la otra mujer,
Se hubiera sabido, se hubiera conocido...
—Es posible que las haya tenido en los bajos fondos y