Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARI 
rusos y tres ingleses, con sus correspondientes «misses 
arguiruchas y deslabazadas. 
Los italianos hablaban muy alto, especialmente uno de 
ellos, de acento melodioso, voz “bien tit aida y entona: 
ción dramática, recortando las frases con energía y con 
Una cadencia especial, que parecía que recitaba versos del 
«Infierno» del Dante o de la «Jerusalem Libertada> del 
Tasso. 
Por lo e daba a entender era el director-empresa: 
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y primer actor de una g:ar compañía trágica. 
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—¿Tenéis ya dama de carácter contr 
ti? —le pre Jo uno sen los ita.ianos, 
— Oh!... sí. Es la primera notabilidac 
tico que ha dejado admirada a la misma 
que no es capaz de admirarse de nada, y que s 
periór a la misma Ristori en sus tiempos galorios 
—¿Y quién es ella? —preguntó otro de los comensales 
de la mesa redonda. 
—Es la célebr Golfini, 
— ¡Eh! —exclamó levantando la cabeza uno de los rusos. 
—¿Qué es esto? —murmuró Arturo, dejando el tenedor 
clavado en el muslo de un pollo, y poniendo toda su aten- 
ción en la conversación que sostenían en la mesa. 
—¿La Golfini dice ust:d?—preguntó el ruso. 
—Sí. señor: María Golfini. ¿La conoce usted? 
—¡Oh! ¡Si la conozco! La he visto todo el invierno pa: 
sado en el:teatro francés o Miguel: la hice el amor y la 
hubiera hecho mi querida si hubiese cedido a mis seduc- 
Tomo ll : 159
	        
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