LOS ANGELES DEL ARROYO
mo usted... comprende, amigo, yo es la primera
A abr ar be sara y
vez que entro en esta posada Y...
—pP bin
ues s mi
e: suba la escalera y verá un corredor; vuel-
va a la derecha, y luego a la izquierda, y luego otra vez a
la derecha; suba otra escalera y verá otro corredor: lo sis
gue, y tira a la derecha, luego al frente y luego a la iz-
quierda, y..
—¡Eh!... Basta, basta; me está usted describiendo el la»
berinto de Creta... ¡Ni el hilo de Ariadna le serviría a uno!
-—Nada, pues suba usted, «mío signore», y búsquelo
solo...
—Sí, vale más que guiarse por las laberínticas indica-
ciones de usted,
—No tengo otras.
—Pues guárdeselas, «caríssimo bambino».
Y Arturo atravesó el patio, subió una escalera que
halló a mano derecha, con un artístico barandal de piedra,
lo cual indicaba que aquel vetusto edificio debía de ser
palacio, residencia de algún prócer, lo cual, en efecto, lo
explicaba una lápida de mármol incrustrada en la pared,.
que decía
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ESTA CASA PERTENECIÓ A BEMPO RANIERO
CONSEJERO DE LOS DIEZ EL AÑO MDX...
El resto del año había desaparecido bajo una capa
de cal de las que durante siglos tal vez habían blanqueado
aquellas paredes, que sería muy posible fuesen de mármol,
_como el barandal de la escalera, de un gusto gótico vene-