Full text: Tomo segundo (002)

la RA ESA 
la ancha escalera y en 
Arturo subió al otro tramo de 
tró en una galería de arcos ojivales sostenidos por colun 
nitas de mármol rojo, 
En aquella galería, en la que se hubiera podido cons- 
truir una casa moderna, había hasta veinte puertas nume- 
tadas desde el núm. 1. 
El 19, pues, era el penúltimo número de aquella serie 
de celdas, que no otra cosa parecían aquellos numerosos 
aposentos. 
Arturo se detuvo ante aquella puerta, golpeó en ella 
Con los nudillos y a poco se abrió recatadamente, apare- 
Ciendo la escuálida figura de un hombre que empezaba a 
Ser viejo, en calzoncillos y los pies descalzos de zapatos, 
y con calcetines sucios y por cuyos agujeros asomaban los 
dedos gordos de los pies. 
do 
—¿Quién es? —preguntó el hombre aquel con los ojos 
Medio cerrados y la voz lenta del que acaba de dormir un 
largo sueño. 
—Señor Ruperto—contestó en castellano Arturo—, 
¿no me conoce usted? 
— Quién! 
— Arturo Fonseca... 
—¡Ah! ¡Señor Arturo! ¡Usted perdone! ¡Qué «negligé»
	        
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