LOS ÁNGELES DEL ARROYO
—¡Cómo! ¿Alejandra Paulatoski?
—La misma.
—Pero... ¿eso es cierto?
—Ya te lo dirá él, porque, justamente, hoy, hablando
de eso, me dijo: «¡Cómo va a sorprenderse Clara cuando
se lo digal»...
—Pero, hija, hija... con la conversación no veo al abue-
lo... Vamos a su dormitorio,
Me ole ale
Era éste una de las cuatro piezas de que se componía
el departamento que ocupaban los duques de la Sonora
en el Hotel Imperial: un gabinete, una gran alcoba, un
cuarto de tocador detrás de ésta, y más allá un cuarto
dormitorio más sencillamente amueblado,
El mobiliario de estas tres piezas era lujoso y digno
del renombre de que gozaba el Hotel entre los viajeros
ricos que visitaban San Petersburgo.
El gabinete estaba muy bien decorado y con portieres
y aliombras, que hubieran podido competir con los del me-
jor palacio, En la alcoba, que era tan grande como el ga-
binete, veíase un gran lecho con elegantes cortinajes de
damasco verde.
Era el lecho de Clara.
Una mesita de:noche, un velador centro, varias sillas
tapizadas de la misma tela que las colgaduras del lecho y
un diván, completaban el mobiliario, al que había que
añadir un biombo de estilo japonés, colocado delante de
la puerta de entrada, e
Tomo Il