1346 ' LOS ANGELES DEL ARROYO
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¡Qué bailes, qué cenas, qué orgías!...
¡Y a todo eso va Ricardo!
Va entre esa mujeres de que me habla que se van con
los hombres libremente, que pasan la noche fuera de su
casa hasta la madrugada. É
¿Qué clase de mujeres serán ésas, mamá?
—Ya puedes figurártelo, hija: unas perdidas.
—Sí, eso creo yo. Pero es que también me'habla de
señoritas que visitan a sus novios en sus casas.
Tiene ese amigo Federico, que le he dicho, y que me
parece un mal sujeto, y le cuenta que su novia, una joven
rica, hija de un banquero, va a verle a un entresuelo don-
de él vive con un criado.
¡Ya ves qué mujeres serán ésas que hacen eso, mamál
—Sí, ya tengo noticias de algo de eso; son jóvenes que
reciben una educación malsana, y a las que se deja en una
libertad absoluta.
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Y cuando Virtudes le contestaba a aquellas cartas, la-
mentando aquella variación que en él notaba, Ricardo la
contestaba en son de burla, como si la noción de la hon-
radez se hubiera borrado para él desde que trataba con
aquellas hembras saturadas de vicio y de corrupción.
Virtudes lloraba, porque cada día iba desconociendo
más y más a Ricardo.
No era ya aquel muchacho enamorado que hacía con
ella castillos en el aire, para el porvenir, hablándola
de cuando fuesen mayores y se casasen, y pintándola con