LOS ANGELES DEL ARROYO 13,5
—Dice unas cosas... —contestó Virtudes bajando los
ojos y poniéndose muy encarnada.
—¿Qué dice?
—No... no puedo decírtelo.
—«¿Por qué?
—Porque... hasta cuando lo leo sola, me da vergúenza.
- —¡Oh! De tal clase será lo que te dice cuando te hace
tuborizar.
—Yo algo entiendo; pero otras cosas no... Me habla de
unas mujeres que bailan, que levantan la pierna y que...
Vamos... que él nunca ha escrito esas Cosas...
Yo no sé lo que le pasa. Parece un loco, y me dice...
—¿Qué?
—Me dice... que me vaya con él, que me divertiré mu-
cho donde él va con un amigo suyo que se llama Federi-
00, Dice que ése tiene una amiga que va con él a todas
partes y que seremos amigas, y yo iré con él y... ques.
| viviré con él y... no, yo no conozco a Ricardo... ahora...
El no me escribía esas cosas mi otras que no te digo,
É porque aunque no las entiendo, no deben d» ser buenas...
—¡Sí... ya las conozco!
—¿Tú?
—Sí: he leído esa infame carta.
- —¡Ah, Dios mío! Por eso yo creí que era que se me
había perdido...
+ No... yo la recogí, la leí, porque te vela muy triste,
| que llorabas a ratos, y quise saber qué era lo que te hacía
-Worar,
——Ya, ya le contesté yo diciéndole lo que sentía...
— ¿Tú te evoribivte? |