LÓS ANGELES DEL ARROYO
sido víctima por exceso de confianza en el hombre en
paper creyó ciegamente, ya que rindió su vo:untad con su
honra.
Por mucha penetración que tuviera Anatalia, no era
posible que penetrase el pensamiento de su hija, y la lu-
cha interior que sostenía entre aquellos principios y las
Y ofertas sugestivas de otra existencia que la que hasta en-
Y tonces había conocido.
La consoló como pudo, para devolverla la inocent >
: tranquilidad de que había siempre disfrutado, exenta d
todo anhelo pecaminoso y de todo remordimiento o son-
Y no fué ya contestación escrita, como antes, la que
recibió Virtudes.
Fué al propio Ricardo.
Sí: Ricardo, que había llegado de París, engañando a
su madre, diciéndola que iba de cacería con unos amigos.
Conservaba de Virtudes, no el dulce recuerdo de un
Casto amor de niños, sino la sensual impresión que en él
había hecho siempre la belleza virginal de Virtudes.
Iba a Madrid por ella.
Confiaba en que al verle Virtudes, lo olvidaría todo
y le seguiría.
Ricardo estuvo esperando pacientemente a que saliese
—Anatalia.
Esta, como ya no temía las imprudencias posibles de