Full text: Tomo segundo (002)

1380 LOS ANGBLES DEL ARROYO 
—Hágame el favor de sostenerla —contestó Ulpiano 
saltando los escalones hasta el portal. 
de ve ale 
Tomó a su hija por debajo de los brazos y se la llevó 
en volandas a la portería. 
—Brígida, cuida de ella —dijo a la portera, después que 
la depositó en el sofá que ya conocemos, 
Después salió sin gabán de pieles, y subiendo apresu- 
radamente la escalera, tomó a Anatalia en sus nervudos 
brazos de atleta y se la llevó también a la portería, deposi- 
tándola en la ancha cama de la portera. 
—Cierra la puerta — dijo a Brígida al ver que había gen- 
te tan importuna y curiosa que había entrado hasta el fon- 
do del portal donde estaba la portería. 
Mientras tanto, los vigilantes y serenos que habían 
acudido, daban los pasos necesarios en aquellas circuns- 
tancias para que acudiera el juzgado. 
El conde estaba sujeto por dos agentes, sin cesar de 
reir en voz alta, poniéndose el índice sobre los labios y 
diciendo mientras miraba a su hijo, al que preparaban en 
una camilla para llevarle a la casa de socorro: 
—;¡Schit! Silencio... No despertar a mi hijo... duerme... 
duerme... 
Los camilleros partieron con el herido y los vigilantes 
siguieron conteniendo al loco. 
Un cuarto de hora después llegó el juzgado, 
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