1384 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
luego of una detonación, una carcajada y un grito a
lado, que partía de mi hija, la cual se lanzó por la esca»
lera abajo, que se abrazó a ese joven que dicen que es
hijo del conde, el novio de mi hija, y cuya presencia en
Madrid y en esta casa no me explico, porque según me
había dicho Brígida, estaba estudiando para ingenieros en
París.
Esto es todo cuanto sé, señor juez.
F —¿Oyó usted decir algo a Anatalia cuando pareció
huir del conde?
—Sí, señor.
—¿Qué?
—Lo mismo Brígida que yo, oímos perfectamente que
decía: «¡He dicho a usted que no me siga, canallal>
— ¿Y fué entonces cuando él contestó: «Te he jurado
que has de ser mía aunque tenga que matarte?»
—Sí, señor. Todo fué obra de segundos, y yo no sé
cómo suceden a veces tantas cosas en el espacio de
menos de un minuto.
Porque no transcurrió más tiempo desde la entrada de
Anatalia hasta que lancé al conde al portal.
De: pués, no sé lo que pasó; supongo que el disparo
iba dirigido a nosotros, que lo recibió su hijo tal vez al
acudir... pero... ¿cómo es que estaba su hijo en Madrid?
¿Cómo estaba ta tan cerca de aquí? ¿Por qué según ha di-
cho el doctor, esperaba ese carruaje por orden suya en la
calle de San Agustíri?
le ahí lo que no comprendo,
—Esta señorita, creo que querrá ayudarnos a averiguaf
la verdad, ¿no es cierto? — dijo el juez levantándose y tras"