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1408 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
mes pasado las últimas nieves, sudaba también paseando
sobre ellas,
Tengo dentro de mi cerebro como un gran vacío y
paréceme que ni mi corazón late ni laten mis arterias.
Paréceme que así ha de estarse muerto.
El doctor movió la cabeza asintiendo.
—Pero, veamos: ¿quiere usted contestarme a lo que le
pregunte?
—¿Por qué no? A todo,
El doctor fijó en los ojos de Enrique una mirada, que
parecía que entre las niñas de los cuatro ojos había dos
hilos de luz.
Era aquella la célebre mirada sugestiva del doctor
Latour.