Full text: Tomo segundo (002)

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1408 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
mes pasado las últimas nieves, sudaba también paseando 
sobre ellas, 
Tengo dentro de mi cerebro como un gran vacío y 
paréceme que ni mi corazón late ni laten mis arterias. 
Paréceme que así ha de estarse muerto. 
El doctor movió la cabeza asintiendo. 
—Pero, veamos: ¿quiere usted contestarme a lo que le 
pregunte? 
—¿Por qué no? A todo, 
El doctor fijó en los ojos de Enrique una mirada, que 
parecía que entre las niñas de los cuatro ojos había dos 
hilos de luz. 
Era aquella la célebre mirada sugestiva del doctor 
Latour.
	        
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