LOS ÁNGBLES DEL ARROYO - 1413
Sin. duda debido a la gran dificultad de romper la na-
turaleza los obstáculos que la oponía una constitución po-
bre y requítica, Camila, que así se llamaba la muchacha,
cayó enferma de gravedad, en un estado anémico terrible.
Doña Eulalia hizo cuanto hubiera podido hacer por
una hija suya.
Al fin la naturaleza venció, y al circular el cauce de la
vida verificóse una maravillosa transformación en Camila,
Había crecido en dos meses cerca de un palmo, es de-
cir, que casi era de la estatura de Enrique; sus hombros
se ensancharon y se irguió su busto, antes encorvado;
desarrolláronse los tesoros de la belleza juvenil, hinchan-
do su pecho, anies cóncavo y huesudo; redondeáronse las
curvas de su cuerpo en deliciosas proporciones; sus ojos
negros se animaron con el fuego de la juventud, el óvalo
de su rostro se redondeó, y sus mejillas se tiñeron de tin-
tas carmíneas y azuladas, como la irisada concha de una
madreperla.
Camila se convirtió en una mujer guapa, no bonita,
con bonitura de figurín francés, sino de muchacha hermo-
sota, robusta y sana.
Enrique sólo reparaba en aquellas transformaciones
cuando su madre se las hacía notar.
—¿No ves cómo crece Camila? ¿No ves qué gruesa se
pone Camila? ¿No ves qué formas va teniendo Camila?
Y Enrique miraba a Camila un segundo, decía «sí» y
no volvía a ocuparse de ella. é