1424 LOS ANGELES DBL ARROYO
cometer un solecismo, ni una falta histórica o geográfica,
—Pero una señorita...
—¡Ah! ¿Tú todavía eres de las que admiten la diferen-
cia de castas?
—De castas, no...; de clases,
—Hay cuatro, madre mía.
—Sí, ya sé: la aristocrática y la plebeya, la...
—No; la culta y la inculta, la honrada y la viciosa...
-Esas son las cuafro clases sociales que yo admito. Dime
si Camila no es más culta que muchas de esas muñecas
de salón que no saben ni su propia religión, aunque no
las enseñan casi otra cosa en esos colegios aristocráticos;
y si a honrada puede ganarla ninguna de esas de las que
nadie puede responder de lo que hayan sido, mientras tú
sabes lo que ha sido y es Camila
—señorito... —empezó a decir la joven.
—Ya te he dicho que no vuelvas a llamarme señorito,
Llámame Enrique, como me llamabas cuando tenías cin-
co y ocho y hasta diez y doce años. ¿Por qué después me 17
tas llamado señorito Enrique? ¿No soy siempre el mismo |
yujeto? $
—Sí, pero cuando fuí mayor comprendí que usted
era... el amo, y yo...
—Tú has sido en casa como una hermana mía, una
hija de mi madre.
-Pues bien... Yo decía que su mamá de usted tiene
.ucha razón.
—¿Que tiene razón? ¿En qué?
—En preferir una señorita de buena familia y rica... a
úna pobre como yo,
O a ER