LOS ANGELES DEL ARROYO 1441
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eléctrica y se colaba en su cuerpo por sus ojos y su boca
entreabierta por el pasmo, por la adoración que todo
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ello le producía.
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El público, frío al principio, como todo público cal-
culista que medita si debe o no entusiasmarse, fué poco
a poco cayendo en la fascinación poderosa y sugestiva
de la actriz, que supo aprovechar los momentos en que
su protesta contra la tiranía de Isabel podía levantar el
aún inexpresado entusiasmo del público, y logrólo de
tal modo, que las manos se movían con frenético aplau-
so, y hubo yanqui que no pudo contenerse y que de un
salto subióse en su butaca para que la actriz pudiese
apreciar la individualidad que la aplaudía.
Pero el ejemplo cundió y pronto viéronse surgir, por
antre los enormes sombreros empenachados de las ele-
gantes yanquis, una porción de rostros barbudos y otros
de aspecto de chivos, sin bigote, y barbilla puntiaguda
y retorcida como: un gorro de polichinela o la barba de
Mefistófeles.
La estampa de tío Sam, personificación burlesca del
pueblo yanqui, como del de Inglaterra lo es John Bull.
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Sólo cuando después de levantar y bajar el telón
catorce veces seguidas se aplacó el entusiasmo, los
aplaudidores rabiosos descendieron de las butacas.
Pero entonces fué el correr y atropellarse por los pa-
Tomo 11-181
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