Full text: Tomo segundo (002)

1442 LOS ANG ELES DEL ARROYÓ 
sillos y salones, para salir del teatro y entrar por la 
puerta de actores para saludar y aplaudir personal e 
individualmente a María. 
Pero los abonados a los proscenios, los que habían 
pagado doscientos dólares por uno de los cuatro, tenían 
un privilegio sobre los demás espectadores: el de poder 
entrar al escenario por una es scalera c que desde los palcos 
proscenios comunicaba con él. 
Los dos bajos tenían la salida directa al escenario, 
y se daban casos en que ciertas actrices y bailarinas iban 
a descansar a alguno de aquellos proscenios, terminada 
su escena o: después de "retirarse del cuerpo coreográ- 
fico. 
Valido de este privilegio, míster Tomás Búillver, el 
rey de las grasas de caballo, salió al escenario, mientras 
en la puerta de actores reñían a trompis, con el encarga» 
do de impedir la entrada, los entusiastas que pretendían 
entrar a su cuarto. 
Los yanquis son así. 
Si se les opone una escuadra vieja, la hacen asti: 
llas y se apoderan de un archipiélago en sublevación, lo 
mismo que se cuelan como ladrones en cuadrilla en un 
Puerto Rico y se quedan... por que sí, con las Filipi- 
nas, o entran en un escenario sobre un pobre encargado 
derribado y pisoteado. 
¡Oh qué magnífica 
civilizaciónl... 
Tuvo que acudir todo el personal de traspuntes, tra- 
moyistas, racionistas y comparsas, para contener la Si 
lancha de ciudadanos, soberanos, en la unión muy dis-
	        
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