Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1455 
Halagó a Clara la idea de aquella boda con tan opu- 
lento personaje, y aunque con ciertas condiciones admitió 
en principio los obsequios del yanki. 
Este se volvió loco regalándola tesoros en joyas y en 
NY todo cuanto pudiera halagar a una mujer. 
Pero todavía el hombre no se había dado por entera- 
A do del incógnito que ella guardaba y del que no le habla» 
ba, y Bú.lver no quiso ser el primero en hablarla de ello, 
por no descubrir la indiscreción de Alfieri. 
Pero la cosa se formalizaba y era preciso ir poniendo 
los puntos sobre las ¡es. 
Búllver la confesó que había querido enterarse de sus 
antecedentes, y entre ellos había averiguado que era una 
duquesa, duquesa de la Sonora. 
3 —Sí, en efecto—contestó Clara—; soy viuda del duque 
y de la Sonora. Yo no soy la duquesa, y si me casara per- 
A dería el título, 
El yankí pareció sorprendido; luego se levantó y salu- 
; - dando a Clara con una profunda inclinación, la dijo: 
Y —Perdone usted, señora, me he engañado: creí que era 
1 Usted una duquesa y que yo podría titularme duque... 
Y Retiróse el rey de las Grasas de Caballo, y una hora 
A. después, Clara recibía una esquela reclamándola todos los 
valiosos regalos que le había hecho. 
—¡Yanki!... 
| Arturo, que no había dejado de sostener correspon- 
Y dencia con su hermana y con Octavio, supo en la H.ba-
	        
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